Recientemente vino a mi consulta una madre con su bebé de 2 meses, muy asustada y preocupada porque su hijo no le seguía con la mirada.

No fue la primera, ni será la última. De hecho, es un motivo de consulta muy habitual. Cuando son muy pequeños, 2-3 meses de edad, a las madres les surge la duda de: ¿Verá mi hijo? Tengo que decir que la ceguera congénita en los niños es excepcional. Pero no sólo a las madres les preocupa la vista en los primeros meses, también a las abuelas. Cuando tuve a mi primer hijo mi madre se obsesionó durante unos días y me “martilleaba” a todas horas con el: “Hija, tú crees que el bebé ve?”. Ahora tiene la vista de un lince y de vez en cuando, bromeando, se lo recuerdo y nos reímos juntas.

Hay otras ocasiones en las que las madres entran en la consulta y directamente me preguntan: ¿No tendrá autismo?

Esta pregunta no sólo la escucho ante bebés que no terminan de fijar la mirada, sino también ante lactantes de 9-12 meses que sus padres se quejan de que no mira cuando se le llama por su nombre. O ante un niño de año y medio que no habla o que “va a su bola”, como dicen muchos padres.

Vi a esta madre en cuestión tan angustiada, que hoy he decidido escribir sobre este tema.

Trastornos del Espectro Autista (TEA): últimamente es mucha la información que nos llega ¿verdad? Y no os hablo desde el punto de vista médico, sino desde el punto de vista de la calle, como madre, como tía, como vecina. Todo el mundo conoce a algún niño que empieza a tener ciertas dificultades o que incluso ya está diagnosticado de TEA.

¿Qué está pasando? ¿Por qué ahora hay tantos casos? Efectivamente, es un trastorno frecuente. En los últimos años, debido a la gran repercusión que conlleva en las familias y gracias a los últimos estudios al respecto, ha hecho que tanto la comunidad médica como la población general (maestros de escuela, educadores…) estemos más sensibilizados con este tema. Es probable que por este motivo se diagnostiquen más casos.

Tenía un profesor que me decía: “Para diagnosticar una enfermedad hay de pensar en ella”. Y así es.

De ahí la importancia de la revisión de los 18-24 meses. Desde mi punto de vista, es una de las revisiones más importantes en cuanto al desarrollo psicomotor se refiere. Comprobaréis que en esta revisión invertimos más tiempo en haceros preguntas sobre el comportamiento de vuestro hijo que en mirarles los oídos, boca o barriga.

¿Y por qué a los 18-24 meses? ¿No hay signos más precoces de TEA?

Los hay. Pero, en mi experiencia, en niños menores de 12 meses hay muchísima variabilidad en cuanto a su desarrollo. Unos adquieren las habilidades antes que otros y esto, en ocasiones, genera muchísima ansiedad, cuando luego el tiempo nos dice que el niño presenta un desarrollo absolutamente normal. Cuidado con los diagnósticos precoces, cuidado con etiquetar a niños muy pequeños. Cuidado con alarmar a las familias.

¿Cuáles son esos signos de alarma en niños menores de 12 meses? No soy amiga de las listas, porque muchas de vosotras encontraréis similitudes con algunos de los conceptos. Pero quiero aclarar que un signo aislado no quiere decir nada. A los niños los exploramos en su conjunto. ¿Qué empieza a despertar mis sospechas?

ANTES DE LOS 12 MESES.

–         Poca frecuencia del uso de la mirada dirigida a personas

–         No muestra anticipación cuando va a ser cogido

–         Falta de interés en juegos interactivos simples como el “cucu-tras”

–         Falta de sonrisa social

–         Falta de ansiedad ante los extraños sobre los 9 meses

DESPUÉS DE LOS 12 MESES

–         Menor contacto ocular

–         No responde a su nombre

–         No señala

–         No muestra objetos

–         Respuesta inusual ante estímulos auditivos

–         Falta de interés en juegos interactivos simples como el “cucu-tras”

–         No mira hacia donde otros señalan

–         Ausencia de imitación espontánea

–         Ausencia de balbuceo social/comunicativo como si conversara con el adulto.
Hasta esta edad me mantengo muy cauta, observo al niño y le exploro en diversas situaciones, en varias visitas y es, en la revisión de los 18 meses, cuando pongo mis cinco sentidos.

¿Cuáles son los signos de alarma en niños entre 18-24 meses?

Es en este momento cuando, como os dije, invierto bastante tiempo en preguntar a los papás de una forma relajada, bastantes cuestiones en busca de los siguientes signos de alarma:

–         No señala con el dedo para pedir algo que quiere

–         Dificultades para seguir la mirada del adulto

–         No mira hacia donde otros señalan (mira al dedo, no al objeto)

–         Retraso en el desarrollo del lenguaje comprensivo/expresivo

–         Falta de juego funcional con juguetes o presencia de formas repetitivas de juego con objetos (ej. alinear, abrir y cerrar, encender y apagar, etc.)

–         Ausencia de juego simbólico (no juegan a las cocinitas)

–         Falta de interés en otros niños o hermanos

–         No suele mostrar objetos

–         No responde cuando se le llama.

–         No imita ni repite gestos o acciones que otros hacen (ej. muecas, aplaudir)

–         Pocas expresiones para compartir afecto positivo

–         Antes usaba palabras pero ahora no (regresión en el lenguaje)

A partir de esta edad todos estos signos se hacen cada vez más evidentes ya que,  a medida que se van haciendo más mayores, los niños de su entorno desarrollan las habilidades sociales y se interesan por el mundo que les rodea; y los niños con TEA se aíslan y observamos déficits en 3 áreas: 

  • COMUNICACIÓN: retraso del lenguaje, ni siquiera intenta hacerse entender. No imitan. Repetición de palabras, hablar de sí mismos en 2ª o 3ª persona. Entonación anormal. No sonríe si le sonríes. Es autosuficiente, no pide las cosas.
  • ALTERACIONES SOCIALES: No miran a otras personas, no le interesan el resto de los niños. No interpretan la alegría o la tristeza de otros. Prefieren juegos en solitario. No “muestra” objetos o juguetes a los demás. Limitación a la hora de imitar.
  • ALTERACIONES DE LA CONDUCTA: Son muy rutinarios, no soportan los cambios. Juegos repetitivos (alinear los lápices, poner en fila todos los coches, encender y apagar luces), hipersensibilidad a los sonidos, al tacto y a ciertas texturas; respuesta inusual al dolor, movimientos repetitivos de manos, pies, cabeza (esterotipias)

El TEA es algo con lo que estoy tan sensibilizada que el primer capítulo de los los Cuentos de Lucía mi pediatra está dedicado a él y a cómo explicarles a los niños qué es un trastorno del espectro autista y por qué es tan importante educar en la DIVERSIDAD de cada ser humano. Ya que Toni, el hermano mayor de Lola, la protagonista, tiene TEA. Lo podéis pedir aquí. 

En resumen: No hay que precipitarse en los diagnósticos; debemos estar seguros de lo que vemos antes de empezar a plantear a las familias la posibilidad de derivarlo a atención especializada para hacer los estudios pertinentes. Si la sospecha es alta hablaremos a los padres con franqueza y serenidad, ofreciéndoles todo el apoyo disponible que actualmente es mucho.

Les suelo decir a las familias una vez diagnosticadas: empezamos una carrera de fondo. Este es un viaje en el que habrá momentos malos y momentos buenísimos y gratificantes. No hay curas milagrosas. Lo importante es empezar a trabajar con el niño y con la familia, reconducir la crianza, aprender trucos y estrategias para una feliz convivencia y aprender juntos en el camino.

Y para terminar, os muestro un vídeo AQUÍ muy INTERESANTE  y de GRAN UTILIDAD  para médicos y para padres, con imágenes y ejemplos reales de niños con TEA. Es de lo más ilustrativo y claro que he visto en mucho tiempo. Si queréis profundizar en este y otros temas en relación a la neuropediatría no dudéis en seguir y contactar a mi amiga y colega la Dra. María José Mas, neuropediatra y autora del blog Neuronas en crecimiento. 

Aquí os dejo varios de sus post relacionados con el TEA:

Hasta la próxima.

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