Estimado Señor Cárdenas: Mi nombre es Lucía Galán Bertrand, soy médico especialista en pediatría. Le escribo esta carta desde el respeto profundo hacia su profesión.

Me puedo imaginar lo difícil que es hablar durante horas cada día frente a miles de personas y hacerlo en directo. Las contadas ocasiones en las que he salido de mi consulta y me he enfrentado a una cámara de televisión para hacer lo que hace usted cada día en la radio, han sido para mí un verdadero reto. Un reto básicamente por sentir el enorme peso de la responsabilidad al saber que millones de personas me van a escuchar. En apenas unos minutos quiero transmitir un mensaje claro, directo y veraz a los oyentes y esto, con los nervios del directo, las cámaras y las decenas de personas que hay en el plató, sé que es muy difícil.

Pero aquí cada uno debemos asumir nuestra responsabilidad en nuestro trabajo y la de usted como periodista y comunicador es ser fiel a la verdad.

Ayer por la mañana vi a más de una veintena de niños en la consulta con problemas de todo tipo que ahora mismo no vienen al caso. A la última familia que entró les conozco desde hace años, confían en mí plenamente y es un verdadero placer verles de tanto en tanto en mi consulta.  Ayer venían para hacer la revisión rutinaria de salud. Aún con toda la información que les he ido dando a lo largo de todos estos años y de la confianza que han depositado en mí, al terminar la visita el padre me dijo:

  • Lucía, tengo dudas con respecto a una vacuna. Se oyen tantas cosas…

Y me lo dijo titubeando, bajando el tono de voz, con mirada esquiva y casi con miedo.

En ese momento dejé de escribir en el ordenador, le miré fijamente y con una sonrisa sincera, le dije:

  • Bien, vamos a intentar resolver tus dudas. Dime qué te preocupa.

Durante los siguientes 30 minutos contesté a todas y cada una de sus preguntas aportando información científica y contrastada, avalada y demostrada. Hablamos largo y tendido de todo aquello que a él le preocupaba y le di las gracias por haber compartido sus miedos conmigo y no con Google o con el vecino.

  • Gracias Lucía, me has dicho todo lo que necesitaba saber. Ahora ya no tengo ninguna duda.- me dijo sonriendo, ya más relajado y echándose hacia atrás en la silla.

Terminamos la consulta hablando de nuestros hijos, del verano y dándonos un abrazo. Ayer salí más tarde de lo habitual del trabajo, no pasa nada, la ocasión lo merecía. De hecho, salí contenta y orgullosa por lo que había conseguido. Sí, muy contenta.

Pero antes de coger el coche,  entré en Twitter y de pronto me encuentro con sus desafortunadas declaraciones.

Sr. Cárdenas tras escuchar el podcast el alma se me cayó a los pies. Leo y escucho detenidamente sus declaraciones en la radio sembrando la duda sobre las vacunas y el autismo, hablando de epidemia de autismo y de metales pesados y de verdad que de pronto me vi, desde mi consulta, luchando contra Goliat.

Mire Sr. Cárdenas, podría contarle el inmenso trabajo y esfuerzo que supone convencer a unos padres con un hijo que padece un Trastorno del Espectro Autista que su patología nada tiene que ver con las vacunas; podría contarle el desgaste que nos supone a los miles de profesionales de la salud y científicos de este país, luchar contra los bulos y la desinformación, podría contarle incluso lo que supone ver morir a un niño (y a dos y a tres….) en apenas 24 horas por una sepsis meningocócica fulminante sin que puedas hacer nada porque la bacteria lo devora vivo delante de tus narices, podría compartir con usted la impotencia de decirle a unos padres que su hijo se ha muerto por varicela, sí, por varicela esa enfermedad que todos hemos pasado y que “nunca pasa nada”, dejémoslo en casi nunca; podría contarle también el devastador brote de sarampión que estamos sufriendo en Europa con miles de niños afectados, la mayoría de ellos no vacunados y las docenas de muertes que ya van registradas en Rumanía, Italia y en nuestro país vecino, Portugal…

Podría hablarle incluso de lo que a mí personalmente me supuso tener una meningitis que casi acaba con mi vida y con la de mis padres al ver impotentes que su hija se moría… Podría contarle tantas y tantas cosas de enfermedades hoy en día prevenibles gracias a las vacunas; pero no lo voy a hacer por no extenderme. Sólo le voy a decir tres cosas.

Las vacunas no causan autismo.

Este bulo nació en el año 1998 del Sr. Wakefield, médico corrupto al que el Colegio General Médico Británico le retiró la licencia de médico acusándole de actuar de forma deshonesta e irresponsable, reconociendo que las conclusiones y los métodos del médico británico eran falsos. Los pacientes seleccionados en su estudio pertenecían a familias vinculadas al movimiento antivacunas. Y para más datos, la generosa financiación provenía de un bufete de abogados que pretendía demandar posteriormente a las farmacéuticas fabricantes de la vacuna. Fue el mayor escándalo médico de la historia británica.

En los años posteriores se han publicado cientos de estudios científicos con decenas de miles de niños estudiados y en ningún caso se observó tal asociación. El daño estaba hecho y miles de familias optaron por no vacunar causando la muerte por sarampión de un gran número de niños en todo el mundo. Desgraciadamente hay decisiones que te pueden costar la vida y lo que es peor, la de tus hijos.

 No hay ninguna epidemia de autismo.

Para ser más exactos, de trastorno del espectro autista. Se diagnostican más casos ahora porque hasta hace unos años ni siquiera estaba contemplado en el DSM (Diagnostics and Statistics Manual of Mental Disorders). Fue en el año 1980 cuando se empezó a hablar de autismo, hasta la fecha a estos niños se les trataba como una variante de la esquizofrenia (terrible ¿verdad?). Ya en 1987 se desterró el término de autismo y se sustituyó por “trastorno autista” y desde entonces los términos y variantes diagnósticas, han ido evolucionando hasta el día de hoy.

Ahora se diagnostican más casos porque los profesionales estamos formados en ello, porque estamos atentos, también los maestros y profesores; porque el trastorno del espectro autista tiene unos criterios claros que te llevan al diagnóstico, porque afortunadamente desde los 18 meses los pediatras estamos en alerta y porque forma parte de nuestro trabajo el identificar problemas en el neurodesarrollo, cosa que no ocurría hace 20 años.

Las vacunas son seguras, no contienen mercurio, son efectivas y salvan cada año entre dos y tres millones de vidas en el mundo.

Las vacunas suponen el mayor avance de la medicina en los últimos años y sembrar la duda con informaciones desfasadas, equivocadas y falsas, es una temeridad.

Y ya para despedirme, ahora le voy a hablar desde mi sentir: leer estos comentarios es frustrante y agotador para todos los que desde nuestro pequeño, pequeñísimo mundo luchamos cada día contra los bulos, creencias y pseudociencias.

Con que una sola familia haya dudado o haya decidido no vacunar a sus hijos tras escucharle ayer en la radio, ya habremos fracasado todos.

Estoy en contra de cualquier tipo de linchamiento, y entiéndame que esta carta no pretende serlo pero me resulta irresponsable y temerario hablar frente a un medio de comunicación sin tener un conocimiento profundo del tema y desde aquí le ofrezco toda mi buena voluntad para darle fuentes fiables en las que documentarse antes de abrir un debate tan serio como el de las vacunas.

Hablamos de vidas y de muertes…

Un saludo cordial.

Bibliografía interesante para ampliar el tema:

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