Empatía. La historia de mi día a día.
Tantas veces hemos oído esta palabra ¿verdad? Parece que cada vez más. He de reconocer que la formación de un médico durante la Universidad en cuanto a inteligencia emocional es prácticamente nula. Afortunadamente hay excepciones.
Durante los años de facultad entre apuntes, libros, exámenes, bibliotecas y prácticas agotadoras, de pronto aparecía un médico que te alegraba el día: no te mostraba los signos clínicos de la enfermedad en el paciente, si no que te mostraba los signos de enfermedad en su mirada, en sus gestos y en sus palabras. Nosotros, los estudiantes, le mirábamos como a un extraterrestre aterrizando en el Planeta Tierra. Ahora me doy cuenta que los extraterrestres eran los demás.
Con esa medicina es con la que me quedo, definitivamente. “Sufrirás mucho”, “es agotador”, “hay que establecer barreras”; qué palabra más fea: barreras. Estas y otras muchas frases he escuchado a lo largo de mi carrera profesional.
Qué duda cabe que los años te enseñan a encajar mejor los golpes, las historias tristes, las pérdidas. Aprendes a encontrarle un sentido. Aún recuerdo lo que lloraba durante mis años de residencia ante dramáticas historias que si ya eran incompresibles para mí, mucho más para unos padres.
Pero también he aprendido a nutrirme de las muestras de cariño de mis pacientes, de sus sonrisas, de su apoyo cuando no lo esperas, de su confianza y de su fe ciega en ti. Me sigo asombrando cuando viene alguna madre con su hijo de visitar a uno de los mejores especialistas en un campo determinado, muchas veces incluso se han desplazado a Madrid o a Barcelona y vuelven a mi consulta con el conocido: “Nos ha dicho esto, pero queremos saber tú qué opinas”.
- Mujer, el caso de tu hijo es excepcional, yo habré visto uno o ninguno. Este doctor al que visitasteis lleva muchos de los casos diagnosticados en España por lo que sabe muchísimo más que yo de este tema. Vamos a hacerle caso.
Y se quedan tranquilos… A mí siempre me ocurre lo mismo: permanezco unos segundos en silencio, observando a la madre, ambas sonreímos. Ella tranquila, yo asombrada, abrumada por su confianza y de pronto, en esos segundos de silencio, conectamos. Sí, sí, conectamos. Es casi magia. No me ocurre con todo el mundo, no sé exactamente de qué depende, pero cuando se produce, me siento realmente bien y feliz de lo que siento.
Hace unos días llegó a mí este vídeo. Soy de lágrima fácil, lo reconozco, pero en apenas 4 minutos resume a la perfección lo que es la empatía. Me ha impactado tanto que propongo que todos los médicos y profesionales de la salud vean al menos una vez al año este vídeo y graben las imágenes a fuego… Esta es la historia de nuestro día a día. Lo veamos o no lo veamos. Pero ahí está.
Llegamos al trabajo inmersos en nuestros problemas, en lo que nos queda por hacer, en los deberes de los niños que no han hecho, en la próxima reunión con los jefes o con la profe del colegio (igual de importante) y en ocasiones, llego a mi consulta sin haber levantado la mirada del suelo. Hago propósito de enmienda, desde hoy.
Estoy convencida que mañana llegaré al hospital con otros ojos. “¿Podría existir un milagro mayor que poder ver desde los ojos de otros por un momento?”
Etiqueta:empatía, inteligencia emocional
8 Comentarios
Gracias !
Pues cuando quieras! Buscamos hueco la semana que viene? Deseando estoy!
Partidita, perdón.
Que palabras más bonitas amiga… Orgullo el mío de haberte conocido… Un beso! Para cuando otra partidista de pim-pam-pum… O como se llame? Jeje.
¿Cuántas veces hemos escuchado, cuando alguien nos pregunta a qué nos dedicamos, eso de: “yo no podría” ? Y yo siempre contesto lo mismo: Vale la pena.
Aunque vivamos rodeados de sufrimiento,de historias tristes con final no feliz, y de malas noticias, todo esto queda en un segundo plano por todo lo bueno que supone tener la suerte de trabajar en lo que trabajamos. Cada mal día se olvida en sólo un segundo, el tiempo necesario para que alguien que sufre, sonría. Cada historia que no acaba bien, nos deja únicamente el recuerdo de haber hecho todo lo que estaba en nuestras manos y de haber conseguido que lo malo, lo fuera un poco menos mientras duraba. Y al final, en el disco duro de vivencias laborales, la satisfacción y los finales felices ocupan la mayor parte del espacio.
Si tienes la suerte de adorar tu trabajo, tendrás del mismo modo la suerte de que la balanza, siempre, siempre, caiga del lado bueno. Porque es tanto lo que se aprende… es tan maravillosa la sensación de hacer un poco más fácil lo difícil… que todo compensa. Y con creces.
Gracias una vez más Lu, por hacer que me sienta más orgullosa aún si cabe de ser sanitaria, porque el saber que existen profesionales como tú, me hace sentir que vale la pena, y que no está todo perdido. (Y me hace dejar de lado todas aquellas personas con las que te cruzas a diario y que ni entiendes ni entenderás jamás que hacen dedicándose a esto).
Gracias Óscar, una vez más. Te sigo 😉
Grande como siempre, Lucía!! La empatía es algo de lo que yo hablo mucho en mi blog (a otros niveles no tan profesionales), precisamente por la escasez que hay… Gracias por enseñarnos tanto.
Qué “buena” eres Lucía!! Me gusta mucho leerte, creo que es una fantástica idea que escribas un libro… hay tanto que contar y tantos a los que ayudar…Yo tb madre y pediatra,…, lo dejé, me dijeron que los pacientes querían que les curara y no que les abrazara…Y sigo creyendo que se equivocaban… Necesitan ambas cosas!!!