De pronto una mañana cualquiera tu hijo amanece con uno, o con ambos ojos rojos.

¿Y ahora qué?

El ojo rojo es un motivo de consulta habitual en el pediatra. Los padres, preocupados, piden cita pensando que puede ser una conjuntivitis y que precisa tratamiento porque saben lo contagiosas que son. Sin embargo, no todo ojo rojo es una conjuntivitis.

Causas de ojo rojo

La mayor parte de las ocasiones, no serán problemas graves ni urgentes, pero aun así conviene conocerlos sobre todo saber identificar qué nos debe hacer acudir al médico.

  • Conjuntivitis víricas: sin duda una de las causas más frecuentes en donde encontraremos además del ojo rojo, legaña clarita, transparente, lagrimeo, mucosidad nasal y en ocasiones, fiebre.
  • Conjuntivitis bacterianas: ojo rojo, legaña amarillenta, verdosa y párpado pegado. Recordad que en este post os hablaba de las diferencias entre ambas y su tratamiento.

  • Conjuntivitis alérgica: donde además del ojo rojo, tendremos lagrimeo, picor, suele ser bilateral, es decir de ambos ojos y en ocasiones asociado a estornudos y moqueo continuo.
  • Exposición solar: Sí, el exceso de sol ya sea en la playa, en la montaña o en la nieve puede producir ojo rojo y molestias oculares. De ahí la importancia de proteger la vista con gafas de sol (en niños también) cuando van a estar expuestos a largas horas de sol (paseo por la montaña, esquí, etc.)

  • Abuso de pantallas: Cada vez más adolescentes consultan por ojo rojo y molestias oculares y detrás de todo ello están largas horas “empantallados” sin descanso. Recordemos que se debe descansar cada 20-30 minutos, que debemos obligar a nuestros hijos a parar, apagar el dispositivo, salir al exterior, fijar la mirada a lo lejos y no pasar más de dos horas conectados.
  • Cuerpo extraño del que ya hablamos aquí donde además de ojo rojo tendremos lagrimeo continuo, imposibilidad de abrir el ojo y, sobre todo, dolor. Recordemos que en este caso debemos acudir al médico para valoración ante la posibilidad de lesión corneal.
  • Humo del tabaco: Cuidado con el humo y los niños. Además de irritación ocular puede tener consecuencias más importantes en la infancia, desde aumentar el riesgo de muerte súbita del lactante en niños que están en ambientes con humo durante sus primeros meses de vida, hasta aumentar el riesgo de broncoespasmo y asma.
  • Ojo seco, que en los niños es más raro. Lo vemos en verano cuando pasamos mucho tiempo en sitios cerrados con el aire acondicionado y en invierno con la calefacción encendida que reseca el ambiente, baja la humedad y nuestros ojos se resienten.
  • Hemorragia subconjuntival: Es cuando aparece una mancha roja, perfectamente delimitada, como si estuviese pintada con un rotulador. Puede ocurrir tras hacer un gran esfuerzo, tras unos días de tos intensa que provoca que se rompa algún vaso superficial del ojo o incluso en los recién nacidos tras el parto. La verdad es que es muy llamativo, pero no suele haber ni dolor, ni molestias y la mancha desaparecerá en unos días sin hacer nada.

  • Y mucho menos frecuentes nos encontramos las uveítis: una inflamación de la capa intermedia del globo ocular que dependiendo de la localización pueden tener además dolor ocular, aparición de “moscas volantes” o visión borrosa. Las uveítis pueden provocar lesiones permanentes y pérdida de visión. En pediatría son poco frecuentes, afortunadamente y cuando las vemos, suelen estar asociadas a otras enfermedades como puede ser la Artritis Idiopática Juvenil o la toxoplasmosis.

Así que como veis, no todo ojo rojo “es del catarro” como habitualmente os comentamos. Cada niño ha de ser valorado de forma individual evaluando el resto de síntomas que presenta: dolor, lagrimeo, fiebre, legañas, enfermedades asociadas… Y en función e ello plantear un diagnóstico y/o derivación al oftalmólogo infantil ante la duda.

Recordemos que cuando nos encontremos con esta situación, debemos lavar el ojo (preferiblemente con suero fisiológico y gasas estériles con un correcto lavado de manos antes y después. Debemos intentar huir de remedios caseros como la manzanilla) y observar. Si no desparece y además aparecen síntomas nuevos, acudiremos a nuestro médico para que lo valore y nos indique un tratamiento adecuado si es que lo necesita. No debemos administrar gotas de antibióticas sin una valoración previa, pues lo único que podemos hacer es, muchas veces, crear resistencias ante esos antibióticos y no dar en la clave.

Hasta la próxima,

Post realizado en colaboración con Clínica Baviera.

 

 

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