Esta semana volví a publicar el artículo de ¿Es bueno el tacatá? Y como cada vez que lo publico, ha generado más de 100 comentarios con opiniones para todos los gustos. Una vez más antes de publicarlo me repetí:
- Lucía, de nuevo recibirás avalanchas de críticas, no entres al trapo, la información es veraz, basada en comités de expertos de asociaciones científicas nacionales e internacionales; con la información en la mano, que las familias decidan. Esa es tu labor. Difundir. Punto.
Y según estaba terminando de repetirme estas palabras, mi otra voz de la conciencia me confesaba:
- No te engañes, querida, caerás con todo el equipo una vez más, te subirán las pulsaciones y terminarás diciendo: “¿Para qué habré dicho nada?”
Y sí, volvió a suceder. Lo publiqué por tercera vez y por tercera vez me he puesto como una moto, aunque en esta ocasión me quedé en una bonita Harley, acelerada pero disfrutando del paseo. La primera vez sin embargo, Pedrosa a mi lado, se convirtió en un principiante.
Vamos a ver si dejamos algunas cosas claras. Cuando hablamos de evidencia científica no hablamos de experiencias personales. Yo os puedo contar mi experiencia personal con mi hijo cuando no quiere hacer los deberes y lo que me funciona y lo que no, eso es experiencia personal. Pero evidencia científica son palabras mayores: son conclusiones de grupos de expertos tras años de estudio y seguimiento no de tu hijo y del mío, no; ni siquiera de los hijos de mi barrio o de mi ciudad, tampoco. Son los datos de miles y miles de niños analizando todas las variables disponibles y que puedan afectar a los resultados.
- “Este artículo es una tontería. De toda la vida de Dios se ha utilizado el tacatá y nunca ha pasado ná”- han dicho unos.
- “Menuda bobada, he utilizado el tacatá con mi hija y lo volveré a utilizar con mi hijo. Les ha ayudado mucho y nunca se han caído. Además yo sigo mi instinto y mi instinto me dice que les gusta y como les gusta lo seguirán utilizándolo”- dijeron otros.
- “Pues vaya chorrada. La culpa no es del tacatá, la culpa es de los irresponsables de sus padres que no saben cuidar de sus hijos”- dijo una madre muy osada.
Sé que el tener una pantalla delante da mucho juego para que la gente escriba lo que le viene en gana aún faltando el respeto de quien lo lee, que en este caso soy yo y 32.000 personas más que siguen la página del facebook. Pero resulta que las cosas no funcionan así. La vida no va de esto. Al menos no la mía.
A la primera le diré que eso de que “de toda la vida de Dios se ha utilizado el tacatá y nunca ha pasado ná”…No. Se ha usado y se usa pero SÍ pasa, lo que ocurre es que tú no lo ves. Los accidentes llegan a los hospitales. Y los datos los tienes en el artículo:
- Entre un 12 y un 33% de los niños que utilizan un andador sufrirán un accidente.
- El riesgo de caerse por unas escaleras se multiplica por 4 con respecto a los niños que no lo utilizan
- Tienen el doble de riesgo de sufrir un traumatismo craneoencefálico y de fracturas de brazos y piernas y mayor riesgo de quemaduras e intoxicaciones.
A la segunda que dice que lo ha utilizado con su hijo y nunca se ha caído y que además sigue su instinto, le haré una pregunta:
¿Crees de verdad que con tu experiencia personal con tu hijo, incluso con tus sobrinos y con los hijos de tus 5 amigas, puedes extrapolar esos resultados a los de los millones de niños que habitan en el mundo? ¿Lo crees de verdad? ¿Crees que en un tema tan serio como la seguridad infantil donde los datos son aplastantes y avalados por Comités científicos, donde los accidentes infantiles son la primera causa de mortalidad infantil uno se puede guiar por el instinto o por el “como a mi hijo le gusta, se lo doy”? ¿De verdad lo crees?
Y a la tercera que realmente logró ponerme los pelos de punta tras leerlo, te diré algo, y esto sí es experiencia personal: cuando he visto a padres perder la razón mientras perdían a un hijo por un accidente infantil, cuando atiendo a familias enteras que llegan aterradas a un servicio de urgencias porque sus hijos se han caído por las escaleras, de la cama o del cambiador, cuando les ha golpeado un coche cuando estaban esperando en un paso de cebra y el niño se ha adelantado, o han sacado a su hijo del fondo de la piscina o de la bañera con apenas un palmo de agua; cuando se han quemado con la plancha, con la sopa de pollo o con el tubo de escape de una moto, ¿sabes lo que han dicho todos ellos cuando han sido capaces de hablar? ¿Todos, sin excepción?
Pero… si solo fue un segundo.
Un segundo es el tiempo de contestar una llamada, mirar simplemente el móvil, agacharte a coger una moneda que se ha caído al suelo, sacarte una motita de polvo que se te ha metido en el ojo, atarte los cordones, darte la vuelta para reñir al hermano… en fin, vivir.
Es más, cuando a cualquier padre o madre le preguntas que es lo más grande de su vida, todos contestan: mi hijo.
Cuando vas más allá y les invitas a pedir un deseo, todos deseamos lo mismo: salud para nuestros hijos.
Cuando les preguntas si crees que son padres buenos y responsables, todos dicen que por supuesto, que darían su vida por ellos, como la daría yo ahora mismo por mis hijos, sin pensarlo y sin equipaje.
Pero la realidad es que “las LESIONES constituyen la primera causa de muerte en la infancia en la Unión Europea. Son también la principal causa de dolor, sufrimiento y discapacidad que a lo largo de la vida pueden tener consecuencias graves sobre el desarrollo físico, psíquico y social del niño lesionado” dicho por la Asociación Española de Pediatría y su Comité de Seguridad y Prevención de lesiones no intencionadas en la infancia.
Y esto es una realidad.
Nosotros los padres disponemos de la información y somos nosotros los que tomamos las decisiones por nuestros hijos hasta que ellos sean capaces de tomarlas por ellos mismos. En nuestra mano está asumir o no los riesgos. Y eso sí es nuestra responsabilidad.
- Pues yo no estoy a favor de poner una valla alrededor de la piscina porque es antiestético. Yo vigilo a mis hijos y nunca les ha pasado nada- Tuve que escuchar en una ocasión en una reunión de vecinos. En ese caso tampoco me callé, claro está, ya me empezáis a conocer, aunque no sirvió de mucho. La estética de la urbanización estaba por encima de la seguridad de los niños.
¿Pero de verdad pensáis que alguien espera que su hijo se ahogue? Pues claro que no. Pero la realidad es que el 13% de la mortalidad infantil por accidentes se deben a los ahogamientos, fundamentalmente en piscinas.
¿Y sabéis lo que dicen esos padres que ya nunca volverán a ser los mimos, cuando la ambulancia trae el cuerpo ahogado de sus hijos, verdad?
- Pero si sólo fue un segundo…
Y aquí me experiencia con los ahogamientos también motivo de un duro pero necesario post.