• Lucía, te escribo de UNICEF. Dame un número de teléfono. Déjame explicarte lo que tenemos entre manos. En cuanto lo escuches no te podrás negar.- Leía en un email una tarde minutos antes de ir a la puerta del colegio a recoger a mis hijos.

Sin ninguna duda quien me escribía sabía cómo abrir la caja de Pandora. Y vaya si la abrió. A los dos meses estaba cogiendo un avión rumbo a Senegal junto a un grupo de mujeres excepcionales: Diana, Belén, Natalia, Sara y Marián. Merecéis post aparte, lo tendréis.

Sara, Diana, Natalia, Lucía, Marián y Belén.

Ir a un país subdesarrollado a vivir de primera mano las necesidades más básicas de los seres humanos es uno de los sueños que todo profesional sanitario hemos tenido en algún momento de nuestra vida. Aquel email y aquella llamada de teléfono que me dejó literalmente temblando, me llegó en el momento justo.

  • Lucía, ahora sí. ¡Lánzate! Que sí, que eres madre, que has de volver sana y salva, que tus hijos aun te necesitan, que eres una “pupas” y seguro te traes un bicho de allí, eso si no terminas pidiendo ayuda a algún colega senegalés, pero haz el favor de decir que sí. ¡Sacúdete tus fantasmas y ve!
Mariá, Lucía, Natalia, Sara, Belé y, Diana.

UNICEF, amparada por la ONU y trabajando en SENEGAL desde 1958 para garantizar la aplicación de la Convención sobre los Derechos del Niño aprobada en 1989. ¿Cómo podía negarme?

Semanas de preparativos, de nervios, de vacunas, de botiquín y de compartir junto a mis hijos y amigos la maravillosa experiencia que estaba a punto de emprender.

  • Llévame contigo, mamá.- me dijo mi hija pequeña.

    Su mirada y mi mano.
  • Que no, que es peligroso… que yo he visto en la tele que allí pasan cosas, mamá, no vayas.- me dijo mi hijo mayor entre lágrimas.
  • Niños, esto es algo que tengo que hacer. Por mí y por las millones de personas que viven en esas circunstancias. Necesito hacer este viaje. Lo necesito. Necesito verlo, volver y contároslo todo ¿Lo comprendéis?
  • Sí, mamá.- dijeron al unísono tragando saliva.

Una cosa es verlo en las noticias, en los reportajes, leerlo en las revistas, estudiar datos y más datos de desnutrición infantil, de coberturas vacunales en el tercer mundo, de tasas de mortalidad infantil, de mortalidad materna… y otra muy diferente es verlo con tus propios ojos, tocarlo, olerlo, sentirlo y llorarlo.

De pronto te ves allí y entras en un centro sanitario donde asisten cerca de 1400 partos al año y todo ello, sin un solo médico. Heroicas matronas, enfermeras y auxiliares atienden a las centenares de mujeres que allí acuden para dar a luz a su cuarto, quinto o sexto hijo. Y caminas por los pasillos abarrotados de mujeres y niños que te miran con unos ojos que jamás antes habías visto. Miradas errantes. Nadie grita. Nadie llora tampoco, ni siquiera los niños.

La “recién mamá”

Los bebés descansan sobre el regazo de sus madres. Unos sonríen, otros no. Los hay que te miran con admiración, otros con miedo.  La pobreza en su grado más extremo. La desnutrición desafiándote, mirándote de frente. La vida y la muerte ante ti. Y aquellas profesionales, aquellas mujeres sin apenas medios, repiten una y otra vez tres palabras que resumen la esencia de su día a día: Comunicación, confianza y seguridad.

 

Reciben a las madres en las consultas de control del embarazo, en los programas de vacunación, en el método canguro, en las revisiones del recién nacido. La falta de medios la suplen con palabras de consuelo, con caricias, con abrazos, con largas conversaciones donde les ofrecen una valiosísima y rigurosa información acerca de la lactancia materna, nutrición y cuidados de sus hijos. Pequeñas, humildes y calurosísimas salas donde cualquiera de nuestros alumnos aprendería más escuchando quince minutos a estas mujeres que en un cuatrimestre entero en la mejor de las universidades.

Las madres esperan pacientemente durante horas, a elevadas temperaturas, a que sus hijos sean vacunados. Allí no hay debate vacunas sí, vacunas no. Allí es vivir o morir. No hay más.

La diarrea es la segunda causa de mortalidad en el país. Veintisiete mil niños menores de 5 años mueren al año por complicaciones del parto o enfermedades como neumonía, malaria o diarrea.

Miradas…

Una de cada 22 mujeres en África subsahariana se muere durante el embarazo o el parto.

“Quedarse embarazada en África es tener un pie en la tumba” – nos dijeron el primer día.

Un tercio de los niños que fallecen, lo hacen en el primer mes de vida. ¿Os imagináis colegas pediatras, neonatólogos, estas cifras en nuestra realidad cotidiana?

El 45% de las muertes en menores de 5 años están asociados a desnutrición. Nosotros preocupados por la “epidemia del siglo XXI”, la obesidad infantil y allí se mueren de hambre…

Y entonces compruebas que para UNICEF la supervivencia es el primer derecho de todos los niños. Habéis leído bien: la SUPERVIVENCIA. Y por primera vez la palabra supervivencia adquiere todo el valor que jamás antes le habías dado.

¿Cómo se salvan vidas en Senegal? ¿Cómo salva vidas UNICEF en Senegal? ¿Cómo han visto mis propios ojos la delgada línea entre la vida y la muerte?

  • Vacunando: Unicef es uno de los mayores compradores de vacunas del mundo. Las vacunas contribuyen de manera extraordinaria a reducir la mortalidad infantil evitando entre 2 y 3 millones de muertes al año en el mundo.
  • Proporcionando mosquiteras a las madres para que cubran las cunas de sus hijos mientras duermen y así eviten la transmisión de enfermedades como la malaria.

    Comité de Madres
  • Promoviendo la lactancia materna exclusiva durante los 6 primeros meses de vida e instruyendo a los Comités de Madres de aldeas y zonas rurales donde la ayuda no llega. Serán estas madres formadas por profesionales de la salud quienes transmitirán esta información de unas a otras. Jamás he visto semejante acto de generosidad.
  • Instruyendo a la población en un correcto lavado de manos. Les va la vida en ello.
  • Trabajando sin descanso por el saneamiento de las aguas: solo un 20% de los hogares con niños tienen inodoro.
  • Llevando kits de desarrollo infantil a las zonas de emergencia: cajas llenas de juguetes. Y muchos diréis “¿Juguetes? Si no tienen ni para comer”. La ayuda nutricional también llega pero no nos olvidemos que todo niño tiene derecho a una infancia donde el juego forme parte de su vida y les haga olvidar, a ratitos, el lugar del planeta donde les ha tocado vivir.
  • Luchando cuerpo a cuerpo contra la desnutrición infantil:
    UNICEF es el mayor proveedor mundial de suministros terapéuticos contra la desnutrición. Estos alimentos conservados en pequeñas bolsitas, salvan vidas.
  • Garantizando a todos los niños una educación digna, una de las herramientas para luchar contra la pobreza y la desigualdad.
  • Eliminando las desigualdades que existen entre mujeres y niñas que son objeto de abusos, violencia sexual y matrimonio infantil. El matrimonio infantil y los abusos son prácticas extendidas en Senegal. 500.000 niños viven separados de sus padres. El matrimonio temprano afecta a una de cada tres niñas en Senegal y la mutilación genital aunque está prohibida desde 1999, mantiene una prevalencia del 25% en mujeres de 15-49 años.

Y no son datos sin más. No lo son. Todas ellas tienen nombres y apellidos, a todas las he conocido.

Cuando después de asistir a cientos de partos en tu cómoda profesión, ves parir allí a una mujer sin pena ni gloria, la lección te la da ella y el alma se te parte en dos.

Cuando a lo largo de tu carrera profesional no has conocido más que media docena, si llega, de abusos sexuales y de pronto llegas a un centro con docenas y docenas de niñas y niños a los que les han robado su infancia, parte de ti se queda con ellos; en sus miradas, no siempre alegres, no. No siempre limpias e inocentes, no. Pero todas ellas dispuestas a empezar de nuevo.

Cuando esos niños te ven, se acercan y te echan los bracitos. Cuando al cogerles observas tímidamente su piel llena de cicatrices, cicatrices que ningún niño debería tener jamás. Cuando te acarician el pelo, ese pelo rubio que tan pocas veces han llegado a ver o a tocar…

Cuando sacas tu libreta y dibujas un payaso rodeada de una multitud de niñas que miran entusiasmadas qué vas a hacer con ese bolígrafo y de pronto una te pregunta:

  • ¿Qué es eso?

Y dejas de pintar y la miras de la manera más tierna de la que eres capaz con sonrisa de labios apretados mientras contienes las lágrimas. Y una punzada te atraviesa las tripas al ser consciente que esa niña, encontrada deambulando por una calle sola, a la que nadie ha reclamado, no sabe lo que es un señor con sonrisa exagerada y maquillada, pecas sobre sus mejillas, nariz redonda, sombrero de copa con margarita y pajarita de lunares que tiene como oficio hacer reír a los niños… Y es entonces, en ese preciso instante, cuando sabes que tu vida acaba de cambiar ya para siempre.

Eternamente agradecida a UNICEF.

Abristeis la caja de Pandora con aquella llamada y aquí me tenéis dispuesta y entregada a llenarla y vaciarla juntos.

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