Últimamente he leído y escuchado muchos artículos respecto a los deberes escolares. ¿Son buenos, son malos? La verdad es que he de confesar que limitar las cuestiones que nos rodean a “es bueno, es malo” me rechina bastante. Es una visión tan simple.
“Los deberes no sirven para nada”, “los deberes desmotivan”, “8 horas lectivas al día de colegio es más que suficiente para un niño”, “los niños tienen que jugar más y hacer menos deberes”, “los deberes esclavizan a los padres”, “más deporte y menos deberes”… Lo habéis escuchado como yo hasta la saciedad ¿verdad?
Incluso mis hijos se rebelan, lo que me parece estupendo.
- Mami, si me eligen delegado propondré quitar los deberes- me dijo anoche mi hijo mayor y eso que su nuevo profesor lleva una línea que se acerca a lo que estoy a punto de proponeros.
Es fantástico que mi hijo manifieste su descontento y que incluso intente luchar por una causa que él cree justa y merecedora de todo un movimiento en su clase. Y le animo a que se mueva; esto, siempre. Pero también le animo a ir un poco más allá. A no quedarse en ¿es bueno o es malo?
¿Qué entendemos por deberes? Si las tareas en niños tan pequeños alimentan el desánimo, frustran, cansan o amenazan con dañar la autoestima de nuestros hijos no cabe ninguna duda que hay que eliminarlos; al igual que hay que eliminar la bollería industrial o los zumos envasados en los almuerzos escolares, exactamente por los mismo motivos (y por alguno más).
Y ahora viene mi propuesta. Lanzo un llamamiento…
Propongo sustituir todos los deberes escolares por 20 minutos de lectura diarios.
Imagina lo que supondría 20 minutos diarios a lo largo de 15 años de escolarización. Hablo de lecturas inspiradoras, reflexivas, emocionantes, divertidas y adaptadas para cada edad. Lecturas que inviten a soñar, a imaginar, a crear, a pensar. Hablo de empapar a nuestros niños desde su más tierna infancia de historias, de cuentos, de letras, de sueños, de libros…
Crearles un buen hábito de lectura es un regalo inmenso al alcance de cualquier padre. ¿Lo vas a desaprovechar?
Últimamente hay un culto al cuerpo desmesurado. Dietas milagro; deporte, cuánto más mejor, actividades extraescolares por docenas. Tengo niños en la consulta que practican tenis los lunes, judo los martes y jueves, fútbol los miércoles y los viernes y para colmo, los sábados, día se supone que de descanso (para todos) toca “pringar” a toda la familia por tener que llevar al niño al partido semanal.
Culto al cuerpo, culto al deporte y… ¿el culto a la mente?
El deporte debe ser una actividad imprescindible en la vida de un niño, estamos de acuerdo, como lo es una alimentación equilibrada rica en frutas, verduras y legumbres y exenta grasas “trans”. ¿Y la lectura? ¿No lo encontráis importante? Desde mi punto de vista, lo es tanto como todo lo demás. No quiero cuerpos sobresalientes con mentes suspensas y mezquinas. En el equilibrio está el secreto.
Los beneficios de la lectura en todas las edades son ampliamente conocidos y reconocidos por la comunidad científica, hay miles de estudios que los avalan.
Los niños que leen, escriben y hablan mejor. Como dijo Cicerón: “A hablar no se aprende hablando, sino leyendo”.
Los niños que leen son más empáticos, más optimistas, más equilibrados.
Los adultos que leen, gozan de más compasión, su oratoria destaca sobre los que no leen, son más tolerantes, comunicativos e imaginativos.
La lectura mejora la concentración, previene las enfermedades neurodegenerativas, entretiene, divierte, invita a sentir, a emocionarse, a llorar, a reír, abre la mente y el juicio.
¿Es que no quieres todo esto para tu hijo?
Todos sabemos que los índices de analfabetismo son más altos en países con dictaduras férreas ¿Por qué? Porque a sus opresores no les interesa que los niños, que los jóvenes ávidos por conocer, ávidos por pensar por sí mismos, lean. Porque ¿qué ocurre cuando leemos? Que descubrimos otros mundos reales o imaginarios, pero desconocidos y esto no solo te mueve por dentro, sino que consigue que te levantes y luches, o celebres, o busques… todo menos quedarte inmóvil. Ya lo decía Einstein:
“El mundo no será destruido por quienes hacen el mal, sino por aquellos que solo se quedan mirando”
Y os diré algo más, yo leo con mis hijos todas las noches 20 minutos. Les gusta tanto que cuando se portan mal la sola insinuación de que esa noche no habrá cuento, les transforma por arte de magia en seres angelicales (hasta la próxima que la lían, claro está, son niños imperfectos, como todos). Es más, cuando mi hijo me anunció que iba a proponer quitar los deberes en su colegio yo le di la vuelta y le dije:
- ¿Y qué te parecería si propusieras sustituir los deberes por leer los mismos libros que leemos todas las noches?
¿Sabéis lo que me contestó?
- ¡Eso no serían deberes, mamá!
Y sacó su libretita de “propuestas para ser delegado” y lo apuntó.
No te pierdas la sección de mi blog sobre libros de educación emocional e inteligencia emocional en los niños.