Esta mañana en la consulta ha venido una pareja nueva con un bebé de apenas un mes de vida. Primer hijo.

  • Buenos días, primera vez que venís. ¿Qué tal estáis? – les dije sonriente mirándoles con curiosidad.
  • Bueeeeeno- contestó la joven madre con sonrisa forzada y mirada cansada.

Los años de experiencia te enseñan que ese “bueno” en realidad es un “mal”, que en ese “bueno” hay mucha más información de la que vas a sacar en los siguientes 10 minutos de conversación, que en ese “bueno” hay un “no sabemos que está pasando. Estamos desbordados” y que en muchas ocasiones ese “bueno” en realidad es un S.O.S mudo.

El bebé no terminaba de coger peso. Lloraba mucho. Lactancia materna. No había descanso ni en su casa ni en sus cabezas.

En un intento de poner algo de humor entre tanta duda y pregunta, el papá del bebé haciendo un imposible por comprender qué le estaba pasando a su hijo, me preguntó:

  • A ver Lucía, yo imagino que esto de la lactancia materna será como todo. Habrá leche semi, desnatada… ya me entiendes. Que no todas las leches alimentan o engordan por igual.

A veces, los profesionales, damos por hecho que los padres ya vienen a consulta correctamente informados y la realidad es que no. Es más, os diré que en alguna ocasión en la que yo misma he ido a la consulta de otro especialista, les he dicho:

  • Quiero que me lo expliques como si yo no fuese médico; yo en estos momentos soy una paciente más.

Yo parto de cero con cada uno de mis pacientes. ¿Por qué? Porque no tengo que dar por hecho que saben de algo para lo que no se han preparado ni han vivido ya, porque incluso lo que saben a veces no es lo correcto y porque en esta vida nadie nace aprendido.

Es natural tener dudas. Para eso estamos ¿no?

Muchas lactancias se pierden por no preguntar, porque piensan que “esto seguro que es una chorrada”, por vergüenza a que suene ridículo, por no sentirse cómodo con la persona que tienes delante y que en realidad no conoces de nada, aun…

Muchas lactancias se pierden por los consejos contradictorios de amigos, familiares y conocidos que con la mejor de las intenciones intentan asesorarte cayendo en tópicos y típicos bulos “destrozalactancias”

Muchas lactancias se pierden por la falta de criterio entre los propios profesionales: pediatras, enfermeras, auxiliares, matronas, gines. Compañeros, aquí toca hacer labor de autocrítica: podríamos hacerlo mejor de lo que lo hacemos.

En apenas diez minutos desterré con estos padres al menos 10 mitos de la lactancia materna que les estaban devorando vivos:

  • No hay que dar cada 3 horas, la lactancia materna es a demanda. Cuando y cuanto quiera el bebé.
  • En nuestro medio y con una lactancia materna adecuada, los bebés no necesitan agua.
  • No hay leche materna aguada, ni mala, ni poco nutritiva.
  • No hay que llevar dietas extrañas para que tengamos más leche: dieta variada, come de todo de forma saludable, bebe agua. Cero alcohol. Cero tabaco. Punto.
  • No sirve de nada dejar al bebé con un poco de hambre para que se enganche mejor; al contrario, se “pasará de rosca” y nos costará más trabajo engancharle al pecho.

  • El pezón plano no es un impedimento para amantar. Ni el pecho grande, ni pequeño, ni asimétrico, ni areola gigante, ni pezón diminuto, ni invertido, ni mirando para Roma o para Sebastopol.
  • El único secreto para fabricar más leche es estimular más: o más tomas con el bebé al pecho o con sacaleches.
  • Si hay una lactancia mixta no le des antes la ayuda “para que se calme” y luego el pecho. Es justamente al revés: primero pecho, pecho, pecho… todo lo que puedas. Y luego, la ayuda.
  • No ofrecer el pecho por las noches y sustituirlo por bibes no hace que tengas más leche por la mañana. Con el paso de los días tendrás menos leche: a menos estímulo, menos leche.
  • Y para dar de mamar: ambiente tranquilo, relajado, sin tele, sin voces, sin follones. Disfrutad de este momento enteramente de principio a fin, hasta que acabe, al menos durante las primeras semanas. Posteriormente serás una experta y podrás darle el pecho mientras lees, mientras ves la tele, haces sudokus o le abres un yogur al hermano.

Animo a todos los padres hacer TODAS las preguntas que sean necesarias. Nadie se reirá de vosotros y yo, lo agradezco, es más, me gusta, me enternece.

  • No hay leche materna aguada, ni agria, ni de mala calidad. Todas las leches son buenas- les dije.

Me hubiese gustado que hubieseis visto la tonelada de culpa que se quitaron en esos momentos estos padres.

  • Tranquilos. Empezaremos de cero. Decidme paso a paso lo que hacéis.

Y así despacito, escuchando sin juzgar, observando una toma, corrigiendo postura, desterrando mitos que traían a cuestas y recordándoles que eran capaces de hacerlo, lo logramos.

Salieron de la consulta relajados, sonriendo, igual de cansados, agotados y exhaustos, pero TRANQUILOS. Y es probable que dentro de unas semanas vuelvan con nuevas dudas, con miedo, con falsos mitos y con una culpa que amenazará con aplastarles pero para eso estamos los pediatras también. Quizá finalmente estos papás no consigan una lactancia materna satisfactoria, ya os contaré, pero al menos, ahora ya saben lo que tienen que hacer.

¿Os cuento un secreto? No es raro que ante un momento así de crisis con una madre que contiene las lágrimas por lo mal que se encuentra al tener la sensación que todo lo está haciendo mal, me ponga frente a ella y al despedirnos, ponga mis manos sobre sus hombros y mirándole a los ojos, le diga:

Tranquila. Lo estás haciendo bien.

Porque a mí con todo lo que se supone que sé de niños también me gusta que me lo digan, también necesito que me lo digan.

Porque a veces estos padres lo único que necesitan es tener CONFIANZA en ellos mismos.

Estos padres necesitan tener cuatro cosas claras que repetiremos las veces que sean necesarias.

Estos padres lo que necesitan es calma y seguridad.

  • Lo vais a hacer bien, tranquilos. Y si no, aquí estaremos para echar un cable- les suelo decir.

Así que dejemos de juzgar, opinar a la ligera y dar lecciones de vida porque la inmensa mayoría de los padres lo que buscan es estar tranquilos, tener pocas pautas pero claras y comprobar que son capaces.

Cuando veas a una madre o a un padre rozando ese abismo en el que nos hemos asomado todos (y nos seguimos asomando de vez en cuando), cógelo por los hombros, míralo a los ojos y dile:

Lo estás haciendo bien.

Y mientras volvía a casa escuchaba en bucle este tema “Pausa” que se lo dedico a mis pacientes y a ti que me lees: “Yo solo pido calma… yo solo quiero pausa…Yo solo busco un ritmo lento…”

 

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