Con la maleta aun a medio hacer, mi hijo mayor en un cumpleaños al que tengo que recoger en un rato y mi hija pequeña “perdida” por la urbanización jugando sin descanso con sus amigas, me siento aquí para lanzar un cálido y sentido mensaje de apoyo y fuerza a muchos papás y mamás que hoy les toca despedirse de sus hijos.

La mitad de los matrimonios terminan en divorcio, es una realidad. Tema en el que entré de lleno en mi último libro “El viaje de tu vida”, sin escudos, a pecho descubierto, como necesitaba y como me debía.  Este ritmo de locos que llevamos, el retraso de la edad a la hora de tener el primer hijo, la crisis económica que durante años devastó a tantas y tantas familias, nuestro cada vez más alto nivel de exigencia laboral, personal y ¿por qué no? sentimental… no sé muy bien cuáles son las causas ni pretendo hoy analizarlas, lo que sí quiero es que leas este post tranquila y relajadamente y sonrías.

Si te toca recogerles hoy, disfruta. Tus hijos están de vacaciones, sus esperadas y ansiadas vacaciones. Saborea cada momento, cada instante con ellos. Llena su mochilita de momentos inolvidables, de noches de bocata viendo las estrellas, de tardes eternas en la playa haciendo castillos, de noches interminables de cuentos a pie de cama, de mañanas en la cocina cocinando juntos, de paseos, de actividades, de manualidades, de risas y de abrazos, son solamente un puñado de días al año. ¡Aprovéchalos!

Mañana a primerísima hora estoy cogiendo un tren con ellos rumbo a mi Asturias natal. Calor de hogar es lo que necesitaba este verano tras un año intensísimo. Ni hoteles, ni parques temáticos, ni agotadoras agendas de actividades.

Este verano quería raíces.

Casa de campo con mis padres, con mi hermano, con mis hijos y mi sobrina correteando por el jardín, recogiendo caracoles, cazando mariposas y saltamontes, haciendo rutas por la montaña, bajando a la playa a coger cangrejos, dormir la siesta, dejar que mis padres nos cuiden un poco a todos, despertarnos sin horarios y desayunar pan recién horneado de la panadería del pueblo mientras alguien dice ¿y hoy qué vamos a hacer?

Raíces y hogar. Nada más y nada menos.

Si te toca despedirte hoy de ellos, respira hondo. Las primeras veces es duro, claro que lo es, probablemente de las cosas más duras a las que te hayas enfrentado. Muchos miedos y preguntas se agolparán en tu cabeza mientras les preparas las maletas. ¿Estarán bien? ¿Dormirán bien? ¿Me echarán de menos? ¿Se pondrán malitos? ¿Qué voy a hacer tanto tiempo sin ellos? ¿Tantos días?…

 ¡Para! No te hagas preguntas. Hoy no. Lánzate respuestas.

Sí, van a estar muy bien. ¿Quién es la persona que más quiere a tus hijos junto a ti? La respuesta es fácil. La persona con la que en su día decidiste formar una familia. Sí, van a estar muy bien. Van a descansar, van a disfrutar, van a reír, van a jugar, van a hacer un montón de cosas que probablemente contigo no suelen hacer.

No cumplirán sus rutinas ¿y qué más da? Están de vacaciones, déjales disfrutar. Olvídate de controlar, de pretender saber qué hacen en todo momento. No. Para de nuevo. Repítete una vez más: están en buenas manos, en las mejores manos. Y relájate.

Dedícate tiempo para ti, sí para ti. ¿No te pasas el año quejándote que no tienes tiempo para tus cosas? Pues esta es tu oportunidad. Relájate, entra y sal de casa cuando te dé la gana. Vive y disfruta tu libertad. Si te apetece sofá, helado y peli ¡Adelante! Es tu momento. Si lo que quieres, si lo que necesitas, es salir, sal. ¡No entres más que para dormir y a veces ni eso! Llama a tus amigos, queda con ellos, ríe, rodéate de personas que te hagan sentir bonito, disfruta del verano, de las terrazas, de las tapas, de los tintos de verano, siente y comparte. No estás solo, no, claro que no. No te aísles, no pienses demasiado.

Las semanas previas a este momento, haz una lista con todas las cosas que te gustaría hacer y que con el ritmo frenético del día a día te ves incapaz. Pues bien, en el momento en el que ellos salen por la puerta, saca tu lista y empieza.

No os voy a contar yo la lista que tengo para este verano porque no terminaríamos nunca… pero no, no me pienso lamentar, ni quejar, ni mucho menos voy a sufrir. Muchas horas de vuelo llevo ya en esto y cómo dicen nuestros mayores, la experiencia es un grado. Sólo sé que cuando me toque despedirme, les besaré muy, muy fuerte porque sé positivamente la cantidad de aventuras que van a vivir con su papá y lo felices que van a ser. Y en cuanto cierre la puerta, me miraré al espejo, sonreiré y diré:

  • Muy bien, Lucía, ahora te toca a ti.

¡Feliz verano a todos!

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