Mi hijo ronca ¿es normal? ¿Tengo que hacer algo? ¿Hay que ir al pediatra? ¿Al otorrino?
El ronquido es el sonido que emitimos cuando el aire pasa a través de una zona estrecha de la vía área superior. Aunque es relativamente frecuente (hasta un 10% de los niños roncan) no debemos considerarlo como normal.
La mayoría de las veces los ronquidos son ocasionales y asociados a cuadros catarrales. En estos casos no implicarán ningún riesgo. Si una vez han desaparecido los mocos el niño deja de roncar, no tenemos que preocuparnos.
“Mi hijo ronca más que su padre, esté o no esté acatarrado”
Ojo. A esta madre hay que hacerle una detallada historia clínica.
Las causas más frecuentes son:
- Infecciones respiratorias.
- Rinitis alérgicas
- Reflujo gastroesofágico.
- Fumadores pasivos.
- Niños con las adenoides (“vegetaciones”) o las amígdalas más grandes de lo habitual (Hipertrofia adenoidea o hipertrofia amigdalar)
¿Qué consecuencias puede traer el que mi hijo ronque de forma habitual?
Cada vez son más estudios los que asocian los ronquidos a múltiples enfermedades que debéis conocer. De entrada cuando tenemos a un niño que ronca hay que descartar que no haga apneas (pausas respiratorias durante el sueño) a lo que llamamos Síndrome de Apnea Hipopnea del Sueño (SAHS)
Entre un 1.2 y un 5% de los niños tendrán un SAHS. Debido a las pausas en su respiración tendrán múltiples despertares por lo que no tendrán un sueño reparador. Esto es mucho más importante de lo que pensamos y de ello hablo en mi Webinar de “sueño infantil” que podéis ver aquí.
Algunos de estos niños se dormirán durante el día o estarán más despistados de lo habitual por ello podrán ser diagnosticados erróneamente de un Déficit de Atención o de problemas de aprendizaje. Algunos, paradójicamente lo que presentan es un estado de actividad y excitabilidad permanente. Además, tienen más riesgo de sufrir hipertensión arterial.
¿Sabíais que hasta en un 23% de casos de niños diagnosticados de TDAH (Trastorno por déficit de atención e hiperactividad) roncan?
En los adultos estamos muy acostumbrados a oír lo siguiente: “Mi tío que está gordito, ronca por las noches, hace apneas y por culpa de eso, por el día se duerme por las esquinas. Incluso el otro día se durmió al volante y casi tenemos un accidente!” ¿Verdad? Y además fuman como carreteros.
Efectivamente en los adultos la causa más frecuente de apneas es la obesidad y el tabaco.
En los niños es muy diferente: debido a un aumento del tamaño de las amígdalas o de las adenoides (vegetaciones) podemos tener a un niño delgadito como un palillo que ronca y que además en el colegio no va bien. La profesora nos dice que “no para quieto”, que molesta, que interrumpe y que no es capaz de concentrarse.
¡Ojo! No sería la primera vez que se diagnostica a un niño de hiperactivo, y lo que tiene es un síndrome de apnea-hipopnea del sueño debido a unas amígdalas o adenoides (vegetaciones) como puños. Y el pobre al no tener un sueño reparador por las noches, por el día está fuera de control. Tan fácil como preguntarle: ¿Ronca tu hijo todas las noches?
¿Qué hacemos ante un niño que ronca?
Primero una detallada historia clínica: ¿Ronca todas las noches aunque no esté acatarrado? ¿Has escuchado pausas en la respiración (apneas)? ¿Ronca fuerte? ¿Tiene un sueño muy agitado? ¿Se hace pipí por las noches? ¿Respira por la boca? ¿Es difícil despertarlo por las mañanas? ¿Tiene problemas con la concentración? ¿Actúa como si tuviera un motor dentro y no para quieto? ¿Ha dejado de crecer o de ganar peso últimamente?
Segundo: una buena exploración: Le tomaremos la tensión. Una tensión arterial alta nos pondrá en “alerta”. Además le subiremos a la báscula: el sobrepeso y la obesidad son factores de riesgo para tener apneas durante el sueño.
Y lo más importante, le diremos que abra la boca (¡Prometo no usar el palito!) Las amígdalas (anginas) las vemos fácilmente cuando abren la boca y podemos valorar si son muy grandes y obstruyen o si son normales.
Las adenoides (“vegetaciones”) no se ven a simple vista. Únicamente con una cámara pequeñita que utilizan los otorrinos a través de un tubito que le meten por la nariz (Rinoscopio). Es una técnica sencilla y rápida que nos aporta muchísima información porque visualiza claramente el tamaño y el grado de obstrucción de las adenoides.
Las radiografías laterales ya no se utilizan. Irradiamos inútilmente a los niños para obtener una información mucho menos fiable que verlo a simple vista con el rinoscopio.
Y tercero: Lo ideal es realizar un Estudio del Sueño. Dejaremos a los niños ingresados una noche en el hospital conectados a una infinidad de cables (que se ponen una vez estén dormidos porque si no se piensan que les vamos a enviar a Marte con Robocop).
A través de este registro los neurofisiólogos/neumólogos nos darán todos los datos que necesitamos (fases de sueño profundo, de sueño superficial, sueño REM, no REM, pausas de apnea, segundos en los que no respira, concentración de oxígeno en sangre…). Con este informe podremos diagnosticar a los niños de Síndrome de Apnea Hipopnea del sueño. Si además tiene las amígdalas/adenoides muy grandes, lo tendremos claro.
¿La solución? Intervención quirúrgica. En 15-30 minutos de intervención, el otorrino le quitará una parte de las amígdalas y adenoides para que el aire pueda circular con facilidad. La operación es sencilla, en 24 horas estaréis en casa de nuevo, y en unos días llevará una vida completamente normal.
He de decir que los niños hasta los 5 años tienen unas amígdalas y adenoides bastante grandes. Como sabéis es la primera barrera defensiva con la que se encuentran los gérmenes cuando entran en nuestro organismo; por lo que cumplen su función. A partir de esa edad, van disminuyendo de tamaño, los niños no enferman tanto, por lo que el ejército que allí tenían, no precisa ser tan numeroso y las amígdalas se reducen a la mitad.
Si cumple los 4-5 años y sigue roncando, o incluso ronca más, tiene una voz nasal, mal aliento y respira con la boca abierta… ¡ojo! Acudid a vuestro pediatra.
El tema de oídos, amígdalas, “vegetaciones” da para mucho, como veis. Hace unos días hablamos de las otitis; os dejo el enlace para los que no pudisteis leerlo. Además, hace unos meses, profundicé en las amigdalitis y las dichosas “placas” que también podéis repasar pinchando sobre la foto.
Aún queda mucho invierno por delante de mocos, amigdalitis y alguna que otra otitis. ¡Ánimo!
Hasta la próxima.