De pronto un día comienzas a observar que tu hijo tiene tics; empieza a parpadear rápidamente y nosotros, como padres y sin poder evitarlo, nos empezamos a poner nerviosos.

¿Qué son los tics?

Son movimientos repentinos, rápidos e involuntarios propios de la infancia y la adolescencia. Pueden ser:

  • Motores: como por ejemplo los oculares, con parpadeo; o encogimiento de hombros o giro de cuello.
  • Fonatorios, con carraspeo, ruidos repetitivos, palabras…

Empeoran en situaciones de estrés, de máxima concentración o ante la exposición a pantallas (televisión, videojuegos, móvil…) y típicamente desaparecen durante el sueño.

¿Son frecuentes?

Sí. Se estima que hasta un 20% de los niños los tendrán, siendo mucho más habituales en niños que en niñas en una proporción de 4 niños por cada niña.

Normalmente suelen comenzar hacia los 5-7 años, a veces antes y se pueden acentuar entre los 8-12 años. Aunque en torno a los 15-16 años tienden a desaparecer.

  • Pero ¿quieres parar ya de guiñar los ojos que me estás poniendo de los nervios?

¿Os suena? Pues esto es lo peor que les podemos decir. Añadimos presión al niño y empeora la situación. Los tics son involuntarios y aunque se pueden trabajar, añadir más carga a la situación no ayuda nada; les frustra y les hace sentir peor.

¿Cómo se diagnostican?

Con una buena historia clínica. Con observar y escuchar al niño y a sus padres, suele ser suficiente. Los niños suelen sentir un deseo irrefrenable de hacerlo y si no lo hacen se sienten mal. Suelen decir que “sienten la necesidad de hacerlo” y refieren sensación de alivio tras llevarlos a cabo.

¿Por qué se producen?

Hay múltiples causas, con componente genético además del ambiental y/o psicológico.

¿Tras unos tics puede haber algo más?

La inmensa mayoría de las veces tienen un curso benigno y autolimitado, es decir, se van solos en menos de un año. Así que, tranquilos.

Sin embargo, conviene hacer una revisión oftalmológica para descartar patología ocular. No sería el primer niño diagnosticado de tics que lo que realmente tiene es un problema ocular que es lo hace que el niño parpadee incesantemente (defectos de visión, cuerpo extraño, conjuntivitis alérgica…)

Los tics que duran más de un año se denominan tics crónicos y merecen ser estudiados con detenimiento ya que pueden ir asociados a otros trastornos, como puede ser Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDHA) o un Trastorno de Gilles La Taurette. Es por ello que el manejo de estos niños, en muchos casos es multidisciplinar: pediatra, neuropediatra, psicólogo, psiquiatra.

¿En qué consiste el Trastorno de Gilles La Taurette?

Es un trastorno de tics crónicos, complejos que implican varios grupos de músculos del cuerpo, motores y fónicos; movimientos de cabeza, cuello, párpados, brazos mientras a veces repiten palabras. Además todos ellos van variando a lo largo del tiempo. Se inicia antes de los 18 años y llegan a interferir de forma importante en la calidad de vida de los niños tanto en casa como en el colegio. Suele ir asociado a pensamientos obsesivos y fobias, que obligan al paciente a realizar comportamientos compulsivos (lavarse las manos a menudo, contar, ordenar objetos, etc.). Además, puede acompañarse de ansiedad, depresión, trastornos del comportamiento y del aprendizaje. Este tipo de trastornos deben ser valorados y estudiados por el especialista y muchos de ellos precisarán medicación para controlarlos mejorando de forma importante con los años.

Y bien, mi hijo tiene tics ¿Qué debo hacer?

  • Antes de nada, tranquilizarte. Son muy frecuentes y la mayoría de ellos tienen una evolución benigna y limitada.
  • Descartar que no tenga un problema de visión, por lo que conviene acudir al oftalmólogo infantil.
  • Eliminar la sobrexposición a las pantallas, videojuegos, estrés…
  • Enseñarle técnicas de relajación, controlar la respiración.
  • Identificar qué le producen los tics para intentar hacer maniobras de distracción.
  • No recriminarle, ni castigarle, ni reñirle. ¡Él no tiene la culpa!
  • Mucho refuerzo positivo cuando consiguen controlar los tics o sustituirlos por otras actividades. Para estos niños, ese pequeño avance le ha supuesto un gran esfuerzo, y por ello debe ser reconocido.

Consultar con el especialista para valorar estudio y tratamiento si presenta alguna de estas características:

  • Duran más de un año.
  • Interfiere con su vida normal, en el colegio, con sus amigos, en casa.
  • Tiene excesivas manías o es muy rígido.
  • Si además presenta otros síntomas: fracaso escolar, cefaleas frecuentes, trastornos del sueño, problemas de visión, cambios en su comportamiento…

Y no olvides que la mayoría de los niños que ven afectada su calidad de vida por esta causa, se benefician tanto ellos como sus padres, de terapia psicológica.

¿Os cuento una anécdota? Mi hijo cuando era más pequeño tuvo tics fonatorios, en concreto el carraspeo. Era bastante pequeño, creo que tenía tres o cuatro años. Yo tenía claro que ese carraspeo incesante en momentos puntuales era un tic simple al que en principio no había que darle mayor importancia porque ni siquiera él era consciente. Lo asociaba a momentos puntuales cuando se ponía nervioso por algo. Un día, su profe me escribió una notita en su libreta: “El niño lleva todo el invierno con una tosecita, yo creo que sería conveniente que lo llevarais al pediatra”. Cuando la leí sonreí. Fui a hablar con ella, le expliqué que yo pensaba que eran tics, que en principio no le diera más importancia ni le dijera nada, que lo iría vigilando. Fue muy amable conmigo. Al despedirnos, me dijo: “Sí, puede ser, tienes razón, pero aun así, llévalo al pediatra”. “Eso haré” le dije con una amplia sonrisa.

Años después aun me lo recuerda: “Ay Lucía que yo no sabía que eras pediatra…”

Y respecto a las revisiones que siempre me preguntáis aquí os dejo este vídeo de un minutito que grabé para la Clínica Baviera dónde os explico cuándo hay que hacer su primera revisión oftalmológica.

Hasta la próxima.

 

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