Mis hijos acaban de llegar del colegio emocionados con un paquete cada uno, envuelto con esmero y pintado con cariño:
- ¡Mamá, mañana es el día del padre! – tararean al unísono dando saltitos mientras arrastran sus mochilas.
En los 10 minutos que separan la parada del autobús de mi casa, decenas de imágenes y pensamientos se agolpan en mi cabeza.
Ahora mientras todos duermen reordeno mis recuerdos.
Papá, felicidades. Papá, te quiero. Esto, lo primero.
No recuerdo tus largas jornadas de trabajo; no recuerdo escuchar tu despertador a las seis de la mañana de cada día de la semana, no recuerdo la hora en la que regresabas, ni siquiera recuerdo lo que me regalaste en cada uno de mis cumpleaños.
No recuerdo cuando empecé a recibir 25 pesetas de paga, ni recuerdo si tenía premios o castigos.
No recuerdo los múltiples destinos laborales que tuviste, ni recuerdo los días de silencios y telediarios cuando algún minero de algún pozo cercano al tuyo se quedaba atrapado a más de 600 metros de profundidad bajo tierra ni recuerdo tus lágrimas ahogadas cuando no salían con vida.
No recuerdo escuchar una sola discusión con mamá, un solo grito, ni siquiera un azote en el culo.
¿Sabes lo que de verdad recuerdo? ¿Sabes lo que ha alimentado mi infancia y mi juventud a lo largo de todos estos años?
Recuerdo verte llegar del trabajo y sentarte a mi lado a hacer los deberes, recuerdo cómo impedía que te levantaras hasta que no fuera capaz de recitar la lección hasta la última palabra.
Recuerdo papá, como nos hacías entrevistas a mi hermano y a mí y nos grababas con una grabadora entre risas y cortes continuos por mis payasadas.
Recuerdo como me hacías cosquillas hasta el punto de casi hacerme pipí encima. Recuerdo tus cuentos por las noches, todos inventados, todos diferentes y mágicos.
Recuerdo tus tortillas de patata para cenar y ver los cuatro juntos Informe Semanal. Recuerdo cómo bailábamos en la cocina mientras mamá preparaba la comida. Recuerdo una y otra vez nuestras miradas cómplices, nuestros ataques de risa tonta ante el estupor del resto.
Recuerdo papá, el recital al que me llevaste del irrepetible poeta Ángel González con la música en directo de Pedro Guerra en el que terminamos compartiendo kleenex y suspiros.
Recuerdo, recuerdo, recuerdo… Recuerdo los momentos juntos, muchos, pocos, no lo sé. Pero maravillosos.
Gracias papá. Gracias por enseñarme a soñar, a escribir, a pensar por mí misma, a llorar cuando hay que hacerlo, a luchar, a luchar duro por lo que creo… a no juzgar.
Y sobre todo, gracias por enseñarme que lo que recordarán mis hijos en el futuro, no serán los regalos de Reyes, ni el dinero que he invertido en ellos, ni siquiera recordarán lo que presumo de ellos a todas horas. Recordarán el tiempo que pasamos juntos. Mucho, poco… no lo sé; pero intenso, divertido, emocionante, dulce, amoroso y sincero.
Y esto, papá, es la mejor lección de vida que me has podido regalar.
” Me basta así” – Ángel González. Música: Pedro Guerra.
Dra. Lucía Galán Bertrand. Pediatra. www.luciamipediatra.com
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Anónimo
19 marzo, 2016 — 12:04
No gano pá Kleenex… Aiss ❤️
José Galán Arias
21 marzo, 2015 — 21:10
Tuve el honor y el placer de haber conocido lo suficiente al irrepetible Ángel González como para afirmar que en aquella velada poética, a Teatro Campoamor de Oviedo repleto, estaba especialmente emocionado hasta el punto de llegar a quebrársele la voz al decir este poema en el que evoca a su madre, él que contaba con cientos y cientos de recitales a sus espaldas:
Primera evocación
Recuerdo
bien
a mi madre.
Tenía miedo del viento,
era pequeña
de estatura,
la asustaban los truenos,
y las guerras
siempre estaba temiéndolas
de lejos,
desde antes
de la última ruptura
del Tratado suscrito
por todos los ministros de asuntos exteriores.
Recuerdo
que yo no comprendía.
El viento se llevaba
silbando
las hojas de los árboles,
y era como un alegre barrendero
que dejaba las niñas
despeinadas y enteras,
con las piernas desnudas e inocentes.
Por otra parte, el trueno
tronaba demasiado, era imposible
soportar sin horror esa estridencia,
aunque jamás ocurría nada luego:
la lluvia se encargaba de borrar
el dibujo violento del relámpago
y el arco iris ponía
un bucólico fin a tanto estrépito.
Llegó también la guerra un mal verano.
Llegó después la paz, tras un invierno
todavía peor. Esa vez, sin embargo,
no devolvió lo arrebatado el viento.
Ni la lluvia
pudo borrar las huellas de la sangre.
Perdido para siempre lo perdido,
atrás quedó definitivamente
muerto lo que fue muerto.
Por eso (y por más cosas)
recuerdo muchas veces a mi madre:
cuando el viento
se adueña de las calles de la noche,
y golpea las puertas, y huye, y deja
un rastro de cristales y de ramas
rotas, que al alba
la ciudad muestra desolada y lívida;
cuando el rayo
hiende el aire, y crepita,
y cae en tierra,
trazando surcos de carbón y fuego,
erizando los lomos de los gatos
y trastocando el norte de las brújulas;
y, sobre todo, cuando
la guerra ha comenzado,
lejos-nos dicen- y pequeña
-no hay por qué preocuparse-, cubriendo
de cadáveres mínimos distantes territorios,
de crímenes lejanos, de huérfanos pequeños…
Qué regalo tener en el recuerdo ya para siempre haber asistido juntos a aquel recital.
(Nota: la voz de Ángel en el video que incluyes está grabada en directo aquella tarde, no así la de Pedro Guerra que fue “cocinada” en el estudio discográfico)
Julia
19 marzo, 2015 — 14:36
Precioso, entrañable . Muy emocionante.
Muchisimas gracias!
Diana
19 marzo, 2015 — 14:17
Siempre, siempre me emocionas. Y hoy especialmente. Leyéndote, se me amontonan mis propios recuerdos que me hacen llorar. De tristeza por echar de menos. Pero también de alegría por todos y cada uno de los instantes que lo disfruté y que fui feliz a su lado. Gracias LU.
Lucía Galán Bertrand
19 marzo, 2015 — 16:31
Gracias a ti Diana… Eres especial.
Carlos Almodóvar
19 marzo, 2015 — 13:39
Mi más sincera enhorabuena por la preciosa dedicatoria a tu padre, yo puedo dar Fe de la hermosa familia que sois, de los valores humanos que tenéis, del cariño que siempre está presente, de la educación que es el aire que se respira en vuestro hogar, la coherencia, la cultura, la pasión…..que a veces pudo haber un día nublado y donde no ???? Yo también quisiera sumar a esta dedicatoria a José hijo, sin duda una de las personas con más corazón que he conocido !!!!!!!. Me siento profundamente agradecifo por todo lo que yo aprendí de vuestra familia, incuyendo por supuesto a Brus que en gloria esté.
Por cierto Lu, recuerdas la tortilla de patata, rica, rica…..pero no has contado donde la comías a escondidas eh jeje
Feliz día del padre y Feliz santo !!!!!
Lucía Galán Bertrand
19 marzo, 2015 — 16:36
Muchas gracias por tus palabras, Carlos. Me emocionas. La tortilla de patata??? Shhhhh eso es secreto! Jajaja. Disfruta de tu gran día con tus hijos que te adoran.
José Galán Arias
19 marzo, 2015 — 10:19
Darte las gracias por este regalo que conservaré toda mi vida como oro en paño es no decir casi nada de lo que siento porque, a veces, las palabras no llegan a recoger todo lo que uno quiere expresar con ellas como en este caso.
Y ya que estamos en tu blog y es la festividad de san José se me ocurre ahora, con tu permiso, dedicarle un recuerdo de gratitud emocionada a quien fuera tu pediatra el doctor José Gutiérrez Larrambebere. Puedo afirmar sin riesgo de exageración que él salvó tu vida telefónicamente el 1 de noviembre de 1983 cuando con un meningococo te puso cerco y te tuvo al borde mismo del ko durante 72 horas. Que el querido hombre bueno que era José Gutiérrez goce de la paz y alegría eterna.
Por cierto, de aquel aprieto a tus 5 años de vida, del que te recuperaste perfectamente y sin el menor problema, saliste diciendo con la rotundidad inamovible que te caracteriza: “YO QUIERO SER PEDIATRA”
Lucía Galán Bertrand
19 marzo, 2015 — 10:23
Así fue Papá… Qué gran hombre el DR. Gutiérrez Larrambebere, cómo le quería. Efectivamente le debo la vida. Esto merece otro Post, ¿verdad? Un beso y feliz día desde la distancia. Te quiero.
María Gutiérrez Rodríguez
10 diciembre, 2017 — 0:22
Soy hija de José Gutiérrez Larrambebere y me he emocionado mucho leyendo sus comentarios…muchas gracias…
Lucía Galán Bertrand
11 diciembre, 2017 — 22:55
Gracias María, gracias a ti! Un beso muy fuerte!
carolina
19 marzo, 2015 — 8:39
Maravilloso, extraordinario, los pelos de punta y los ojos llorosos, emocionante.
Vivan los papás y las mamás, todos y cada uno de nuestros días, estén cerca o lejos e incondicionalmente.
Feliz día hoy también 🙂
Anónimo
19 marzo, 2015 — 7:11
Muy bonito escrito! Las lagrimas estan ai borde de mis ojos.
Tambien tengo maravillosos recuerdos de mi padre.
Feliz dia DEL padre