De concierto y de confidencias… | Carta de Lucía Galán Bertrand

Querida y querido lector:

Aún con la emoción latiendo en el pecho, os escribo recién llegada de un fin de semana que ha sido un regalo. He estado en el concierto de Dani Fernández con mis hijos adolescentes. Sí, yo, la que hace no tanto estaba lidiando con rabietas, noches sin dormir y fiebres, ahora me encuentro saltando como una posesa en un concierto con ellos, compartiendo canciones, emociones e instantes que, sin duda, van directos a nuestra mochila de recuerdos.

¡Qué bonito es verlos crecer! Pero, qué vértigo da también, ¿verdad? Parece que fue ayer cuando los llevaba en brazos, cuando su mayor preocupación era que no se les escapara el globo en el parque, cuando la vida giraba en torno a los cuentos antes de dormir y a quién se lo leía primero. Y, de repente, están aquí, con su mundo propio, con sus propios gustos, sus reflexiones profundas y sentidas, sus causas por las que luchar y … tú no puedes más que ESTAR.

Las apenas 24h que pasamos en Madrid fueron mágicas, ya no solo por el concierto donde terminamos afónicos de tanto cantar, donde grabamos vídeos en un intento de mantener esos minutos guardados para siempre, sino también por la vuelta al hotel.

Aún con la adrenalina llenando nuestras venas, salimos del Wizink entusiasmados, hablando todos a la vez, riendo, compartiendo esa emoción que nos envolvía.

Al llegar a la habitación, nos tumbamos en la cama y entre bromas y risas, compartimos confidencias… 

¡Qué maravilla! Esto sí que es un regalo de la vida. Que sí, que los adolescentes son desordenados, a veces insolentes, irreverentes, que sí…

Pero cuando una ventana de oportunidad se abre, como os cuento en “La vida va de esto”, sucede la magia.

Ahí estaba yo, escuchándolos, con esa mezcla de ternura y orgullo que ya conocemos. ¿Verdad que sí? ¿Y sabéis que es lo más grandioso de esta edad? Descubrir en sus ojos la misma luz que teníamos nosotros a su edad, la misma fuerza, el mismo miedo, su inocencia aún latente, su forma única de ver el mundo, su apasionada forma de defender lo suyo.

Y en ese instante una comprende, una vez más, que la vida va de esto. De aprender a acompañarlos sin juzgar, sin invadir… va de estar sin imponer, de entenderlos para poder guiarlos y va sobre todo de compatir.

– Mamá, en tu época ¿era igual?

Y te ves contándoles batallitas de adolescentes mientras ellos alzan las cejas, se sonrojan, se ríen y te espetan:

– ¿Tú, mamá? Anda ya…

Que tus hijos se creen que tú ya has nacido madre y que no tienes un pasado. Jeje, casi mejor que no lo sepan ¿Verdad? Bendita época sin móviles ni más testigos que tus fieles amigas.

Y es que, si algo he aprendido en estos años, es que para conectar con ellos hay que conocerlos. Para poder acompañarlos, hay que comprenderlos. Y para comprenderlos, hay que estar informadas, leídas, atentas. Porque cada etapa de su vida nos desafía de una manera distinta, y no podemos afrontarlas con los mismos recursos con los que criábamos a ese bebé que dependía de nosotras para todo.

Por eso, si hoy estás en la etapa de los despertares nocturnos, de las rabietas, de los primeros “¡no quiero!” y “¡yo solito!”, te animo a que te prepares, a que leas, a que te informes, a que busques, a que hagas tribu, a que compartas, a que te formes. No porque haya un manual infalible (ojalá lo hubiera), sino porque cuanto más entiendas lo que vive tu hijo en cada momento, más fácil será acompañarlo desde la calma, la sensibilidad, el conocimiento y el amor incondicional.

Y cuando llegue el día en que se abran contigo, cuando se tumben a tu lado y te cuenten sus miedos, sus sueños y sus anhelos, sabrás que todo el esfuerzo habrá merecido la pena. Porque la conexión no sucede de la nada, la conexión se cultiva, se construye y se cuida, como cualquier relación.

Muchas esto ya lo sabéis, porque me habéis leído en “La vida va de esto” donde os hablo precisamente de estos momentos, de la importancia de estar presentes, de comprender que cada etapa tiene su luz y su sombra, su reto y su magia.

Que a veces estamos tan sumergidas en la vorágine del día a día que no nos damos cuenta de que todo pasa. Todo. Creedme.

Y que, sin darnos cuenta, llegará el día en que nuestros hijos, aquellos bebés que no se despegaban de nosotras, nos elijan de nuevo para compartir su vida, pero esta vez desde la libertad y la confianza. Desde el “NO, mami, es que yo quiero que tú vengas”. ¡Te eligen!

Hoy me siento profundamente agradecida por estas 24 horas a su lado. Y me apetecía compartirlo con vosotros, porque sé que muchos estáis en plena tormenta de la crianza, en ese momento en el que parece que nunca llegará el descanso, la conversación tranquila, la conexión profunda. Pero llegará. Os aseguro que llegará.

Y cuando llegue, cuando os veáis reflejadas en sus ojos y sintáis que, después de todo, siguen siendo vuestros niños, sabréis que todo el amor, la paciencia, el miedo, las preocupaciones y el esfuerzo habrá valido la pena.

Mucho ánimo.

Con todo mi cariño,

Lucía Galán Bertrand | Pediatra y Escritora ❣️

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