Escribo estas líneas en el tren, de vuelta a casa, tras una noche mágica en la que en la ceremonia de los Premios con Alma me dieron el Premio a la Mejor Mujer Emprendedora 2024.
Con la resaca emocional de lo vivido ayer y las ganas de llegar a casa, lugar seguro, me pongo mis auriculares, enciendo la música y aquí me tenéis.
¿Qué tienen estas cosas que cuando te reconocen públicamente no terminas de asimilarlo del todo? Qué ocurre dentro de nosotras cuando dicen en voz alta todos tus logros y tú, mientras sonríes e intentas mantener el contacto visual con todos los que te observan, te repites mentalmente ¿yo? ¿Todo eso lo he conseguido yo?
Sí, todo eso lo has conseguido tú – te dice esa voz de “madre” que todas llevamos dentro y que en mi caso es literal, escucho a mi madre diciéndome: “Pero hija, haz el favor… claro que lo mereces”.
Lo merecemos. Lo merezco.
Y es que ¿sabes qué ocurre? Que tras esos focos, ese vestido que has elegido a conciencia, esos tacones, esa sonrisa sincera y agradecida por tanto cariño que estás recibiendo en muy pocos minutos, hay días, meses y años de una lucha incansable por tus sueños.
Porque el emprendimiento es de uno, los demás te acompañan, se suman, te apoyan, o no, creen en ti, o no, pero el emprendimiento, el riesgo, las horas sin dormir y los lobos que todos escondemos bajo la cama, son tuyos. De nadie más.
Y yo vivo dos realidades, la del cariño infinito que me dais, la de los focos y el éxito y por otro lado la del camino recorrido hasta llegar ahí: la de las puertas cerradas, la de “yo no lo veo”, la de “olvídate de eso”, la de “eso no tiene futuro”, la de “es lo que hay lo tomas o lo dejas” y no puedo evitar sentirme tremendamente agradecida por todos aquellos que no creyeron en mí.
Porque son las dificultades las que nos hacen crecer y aprender; son ellas las que nos muestran el camino que no debes coger y son ellas las que ahora ya con una clarividencia abrumadora, te susurran al oído: “esa persona no, Luci. Esa sí”
El emprendimiento es tremendamente solitario, mucho.
Aprendes a vivir con la incertidumbre y el “yo me lo guiso yo me lo como”. Por eso admiro profundamente a todos los que en algún momento de sus vidas han dicho: “Lo voy a intentar. Sí. Voy a por ello”. Porque os puedo asegurar que hacen falta dosis titánicas de valentía y esfuerzo para sacar adelante un proyecto que de trabajo a decenas de familias que a partir de entonces dependerán de ti, de tu gestión, de tus decisiones y de tu liderazgo.
Yo a veces tengo la sensación que no se valora lo suficiente en este país. Así que desde aquí quiero agradecer a todos aquellos que me leéis y que de una manera o de otra habéis dado un gran paso y os habéis dicho: “Voy a por ello”.
Gracias siempre a mi familia que jamás me ha soltado la mano, jamás, y a todos mis compañeros de viaje en Centro Creciendo y en la plataforma de Lucía mi pediatra. ¿Sabéis cuál es mi secreto?
Os lo voy a contar, aunque los que habéis leído “La vida va de esto” ya lo sabéis: el secreto radica en rodearse de buenas personas pero que además sean más inteligentes que tú. Personas que sepan mucho más que tú en muchos aspectos a los que tú no llegas, ni llegarás.
Porque cuando te rodeas de mediocridad te conviertes en un mediocre, pero si te rodeas de brillantez, tu luz se multiplica.
Con las personas bien elegidas siempre hay cosas nuevas que hacer, que aprender y siempre podrás seguir Creciendo.
Porque a tu lado caminas con personas de las que aprendes cada día, porque cada nueva decisión es un reto, un desafío, porque confías en su experiencia y buen hacer y porque juntos el conocimiento es infinito.
Gracias a todos.
Lucía Galán Bertrand | Pediatra y Escritora
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La vida va de esto
Entiende que la vida improvisa y nosotros con ella y que solo merece ser vivida si la llenamos de sensibilidad, de ternura y de verdad.